Carlos Fuentes / Gracia para Grass

El genio maligno de esta operación fue Joseph Goebbels, ministro de propaganda. "El terror, la propaganda y la organización" eran las consignas de trabajo de Goebbels. "Ningún sector de la vida pública debe escapar a nuestra propaganda". La eliminación de la disidencia se unió a...

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Main Author Fuentes, Carlos
Format Newspaper Article
LanguageSpanish
Published Monterrey, Mexico Editora El Sol, S.A. de C.V 30.09.2006
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Summary:El genio maligno de esta operación fue Joseph Goebbels, ministro de propaganda. "El terror, la propaganda y la organización" eran las consignas de trabajo de Goebbels. "Ningún sector de la vida pública debe escapar a nuestra propaganda". La eliminación de la disidencia se unió a la represión racial en el espacio concentracionario. Heinrich Himmler ratificó la buena conciencia de la represión exonerando a quienes la aplicaban de toda "reflexión moral". Exterminar judíos, en el lenguaje de Himmler, era parte del trabajo cotidiano. Algo tan consuetudinario como lavarse los dientes o tan ordinario como calzar zapatos. Es sobre este fondo que debe juzgarse la extraordinaria obra de Günter Grass. En "El tambor de hojalata", un niño decide dejar de crecer. Toca un tambor. Su grito rompe vidrios. El tambor y la voz son la ruptura indispensable del maleficio nazi. No es con cortesía y palabras líricas como se recupera el lenguaje perdido, y ésta es la extraordinaria tarea emprendida por Günter Grass, sin olvidar a sus compañeros de generación: Heinrich Boll, Arno Schmidt, Martin Walser y Uwe Johnson. Günter Grass necesita los cuatro corpiños de su abuela para que bajo esas faldas rústicas encuentren protección los perseguidos. Necesita toda la escatología, la vulgaridad extrema de "Años de perro" para deshacer con poderes equivalentes el gigantesco diccionario de la retórica nazi. Necesita librarse, al mismo tiempo, de cualquier maniqueísmo fácil para presentarnos, en "Años de perro", a cuatro traidores abominables que, sin embargo, comparten la ternura de la infancia, el amor a los perros y el goce de las palabras. Calambures, argot, vulgaridades, impudicias, lo que en México llamamos "leperadas", se juntan en una explosión verbal capaz de borrar, si no el horror del nazismo, al menos su rumor verbal ponzoñoso.